18 enero 2021

Carta al hijoputismo emocional:

Tengo ganas de escribir algún poema de bohemios que se cortarían las venas antes de deshojar el último pétalo, o de prostitutas que creen en el amor, tengo ganas de escribir de amor, pero no lo haré, porque tengo que hacer como si estuviera de puta madre mientras le doy otro trago al vaso de agua del grifo simulando que es ginebra. Siempre he odiado escribir con palabrotas, pero hoy voy a permitirme el lujo de perder la dignidad de madrugada gritándole a algún objeto, porque hoy puedo permitirme odiar al mundo como si me hubiera hecho algo, o por no haber hecho nada para evitar este desastre.
Hoy puedo permitirme odiarte por ser tan parte de mi, que mi vida se te queda pequeña. Hoy puedo odiarte por dejarme quererte más que a mi, hoy puedo permitirme odiarte porque mañana te estaré queriendo como si nunca más, como si no te hubieras ido nunca, y no sé si te has ido, pero no estás. 
Hoy puedo permitirme odiarte porque tú estás de acuerdo, porque aún no sé cuanto tiempo necesito para olvidarte, porque sé que es lo correcto, pero me empeño en convencerme de que podemos ser algo más que un par de versos y un adiós, porque tengo la estúpida costumbre de pensar que la gente que mete el dedo en la herida lo hace para cerrarla, escribo en prosa para que suene un poco más a realidad, y ya no sé a quien quiero convencer de esta absurda idea de que el amor existe. 

Hoy puedo permitirme odiarte porque no soy consciente de lo que estoy haciendo, porque la fragilidad se mide en miradas desconsoladas frente a un paso de cebra, porque miro tus fotos y veo lo que nunca nadie podrá tener porque es solo nuestro, porque odiarte es solo una excusa para no caer a tus pies, porque los míos ya están cansados de aguantar mi peso, porque no odiarte sería quererte por encima de mis huesos, y no creo que aguanten una grieta más, porque, permíteme el atrevimiento, pero voy a quedarme, después de odiarte hoy, voy a esperarte, aunque no te lo merezcas, aunque no lo necesites o aunque yo no quiera, hoy voy a permitirme el lujo de odiarte, porque sé que nadie va a quererte como yo.

21 mayo 2019

Papá

Desde que no estás papá he aprendido a ser persona por encima de ser solo gente, 
he aprendido a ser verdad y he sabido que es la muerte;
Desde que no estás he aprendido a arrodillarme para seguir creciendo, he aprendido a ser tropiezo y a levantarme de nuevo.

Desde que no estás, por las noches doy clase de fantasía, escondo la realidad debajo de la almohada, y juego a eso de que los sueños existen.
Yo sola he aprendido a restar los golpes y contratiempos.
Y es que verás papá, desde que no estás sigue todo un poco igual,
la gente sigue sin saber distinguir entre verso y prosa, 
entre quererse y amar, siguen sin saber la diferencia entre herirse y dolerse, siguen sin distinguir entre sonido y ruido, siguen hablando por la espalda, y yo he aprendido a hablar con el pecho izquierdo. 
Que las penas siguen siendo penas, y la gente sigue matándose antes del ultimo baile, unos de amor y otros de salto, y yo he aprendido que si salto es para llegar antes.

Desde que no estás del dicho al hecho sigue habiendo un trecho, y a la gente le ha dado
por echarle la culpa al "pero", pero yo como dice mi madre, en unos meses vuelo como te hubiera gustado verme volar... papá, no sabes lo bonitas que me quedan las alas...

He aprendido que siempre se muere de alguien, y tú te mataste de ti mismo,
yo creo que más allá de la vida hay poesía, asi que yo papá quiero morir de letras.

Desde que no estás brindo por los vivos y los muertos, te echo la culpa cuando no sé a quien acudir o cuando me enfado conmigo misma, perdóname,es que así es más fácil;

[Tengo que confesarte papá que cuando más te veo es cuando me miro al espejo, 
y eso me da miedo].

Tengo tu sarcasmo en los huecos que me sobran cuando digo lo que siento, soy la mejor versión de ti, soy el punto medio entre lo justo y lo correcto, y me encanta equivocarme
y seguir viviendo.
He aprendido a que mis errores no me cuesten la vida, que el alcohol es para las heridas
y que yo quiero ser historia para poder decir cuando la muerte se siente a mi lado que aprendí de tus errores.

Desde que no estás he aprendido a sentir de corazón hacia fuera y a hacer que lo lean,
he conseguido que me entiendan, he aprendido a erizar pieles y a vaciar cuerpos eternos,
[he aprendido que el amor existirá mientras quede alguien que le escriba].

He visto un mar rosa, y un cielo naranja papá y he subido a rascacielos donde casi podía tocarte... eres el atardecer más verdadero que he visto nunca, igual es triste, pero eres más verdad desde que no estás.

He tenido que romperme para poder respirar, he tenido que caerme para volverme a levantar, he brindado con agua, y he tenido la suerte de encontrarme con el vaso medio lleno.

Desde que no estás he aprendido que donde hubo fuego pueden barrerse las cenizas, 
que estoy más guapa cuando escribo y que no me preocupa que tiempo haga fuera, pero sigo odiando llevar paraguas, así que he aprendido a dejarme llover sin que me duela.

He aprendido a echar de menos y a hacer arte de ello, he resuelto crisis existenciales 
sobre si abrocharme los cordones o meterlos por dentro, y he conseguido aplicar eso a cualquier ámbito de mi vida;
Y verás, papá, desde que no estás puedo decirte que hago poemas de amor y otros de mierda, pero los dos vienen de dentro. 

Papá, desde que no estás los países cada vez están más lejos de ser vecinos y la envidia se ha hecho con las almas sin balas, cuantas más personas mueren más se que los héroes también tienen que dejarse salvar, así que he decidido hundirme para coger aire
y soltar agua, que tampoco quiero el vaso tan lleno, que es necesario a veces y solo a veces, verlo medio vacío.

Te lo debía, gracias por tus verdades.

15 abril 2019

Si o No, si es sí, continúe al siguiente paso, si es No, rectifique…
A veces nos complicamos y finalmente el camino y los giros de la vida se reducen a un Si o un No.
A las decisiones que se toman, las decisiones que se toman mal, las que se aciertan, las que se posponen, las que se dejaron de tomar y las que se tragan una parte de ti.
La lógica de un Si o un No es demasiado puntual, fría, práctica… cuando caminas por ahí con esas cosas en la cabeza el mundo se ve así, puntual, frío y práctico.
Sientes que te deshumanizas un poco, pero es una buena estrategia para seguir avanzando, para seguir guardándote las espaldas, es una lógica funcional, todo es cuestión de decisiones, es Si o No, ¿vienes? ¿voy?  Si o No, ¿te llamo? ¿me llamas?… y tu perfecto esquema de Si o No te parte perfectamente el alma.
Hay decisiones que se toman de manera casi inadvertida y cuando menos lo piensas acabas en lugares insospechados, rodeada de factores inverosímiles.
Pero no esta, en esta ocasión se tratarán de decisiones pensadas, programadas, de esas que se toman en una fecha específica, de esas que son TODO o NADA. 
Se tratan de decisiones que te sorprenden llorando de madrugada y admitiendo que tienes demasiado miedo, son un Si... o no?
Y es que hace tiempo dejé de creer en promesas y los “para siempre” dejaron de aparecer en mi cerebro.

27 noviembre 2016

Cuando uno ama siempre tiene temor a la pérdida, incluso sin que esta haya llegado aún así puedes sentirla del mismo modo como si hubiese sucedido.
Otras veces tenemos que vivir con la pérdida y la punzada, con la ausencia de los que todavía están presentes pero han cambiado y ya no son los mismos...
Y en otras ocasiones con la pérdida de aquellos que se fueron, que se apearon en alguna estación lejos de ninguna parte... los que simplemente no están en ningún sitio más que en tu corazón.

Digan, piensen lo que quieran, pero claro que tengo miedo a perderlo... porque le quiero.

19 febrero 2016

Nunca es siempre, todavía...

¿A qué altura se decide si el salto es de valiente o de suicida? 

Estoy de pie, justo en el punto en el que quería, esperando a que la realidad me abofetee de malas maneras, esperando a que me grite, no todo puede salirme siempre bien. 
Mirándolo desde tu posición, también te estoy mirando, te miro como si no fuera a verte nunca más, como si algún día fueras a desaparecer, como las flores que se secan, como los libros que se olvidan. 
Te miro queriéndote y queriéndome en el mismo salto, de tu mano, y me engancho a tu piel como si pudiera llevarme algo tuyo que nadie antes haya conseguido arrancarte. 
Me miras con la dulzura de un primer amor, como si todo el equilibrio estuviera en tus ojos, y cada vez que parpadeas se tambaleara. Me miras y el mundo entero tiembla.
Te miro y todo es lo que parece, aunque no lo sea, porque ahí fuera está lloviendo y en nuestra pequeña casa no existe el invierno, te miro y nos entiendo, y te encuentro mirándome con esa sonrisa de que todo va a salir bien.
Pero a veces tengo miedo, aunque contigo cruce sin mirar, aunque fume más de la cuenta, o me arriesgue a volar, y te miro de reojo para que no me lo notes del todo, y vuelvo a besarte, como si nos hubiéramos encontrado por sorpresa, y estoy tan cerca de todo lo que quiero que creo que todo lo demás está demasiado lejos, y al final todo está donde estás tú. 
Pero a veces tengo miedo de no saber tenerte a medias, de quererte siempre cerca y de los lunes, y tú vienes y me abrazas como si quisieras llegar al músculo, como si supieras soldar huesos con caricias, y entonces se que vale la pena encontrarte en lo que leo, en lo que escucho o en cualquier rincón en el que hayas estado conmigo. 

Entonces sé que vale la pena recordarte como si no pudieras irte nunca, y nunca es siempre, todavía.

06 enero 2016

Una vez soñé;
Soñé que me esperabas
Que te esperé;
Soñé que me buscabas
soñé que te busqué 
Una vez, yo soñé;

Una vez, hace ya tiempo
soñé que tu también soñabas
y entonces pensé,
que de soñadores ya está lleno el mundo
que nos sobran locos
y nos falta tiempo
y nos faltan alas;

Y pensé que tal vez, 
si encontrara la manera
de que el sol no se marchara
para volver después
sería digna de tus madrugadas;

Y así, soñando que me reinventaba,
encontré las noches soleadas en tu espalda
y las mañanas nubladas entre sábanas,
usar de escondite la almohada,
para que me encuentres rápido;

Una vez soñé que eras poesía,
que eras versos de chocolate
que rimabas al reír;

Soñé que eras mi parte,
y que me enganchaba, 
soñé que eras ese olor a café y tostadas
a libro nuevo
a césped recién cortado
a playa y helado

Y con la certeza de que sueño,
pensé que no soñaba. 

Y tracé las coordenadas
dibujé un mapa de la nada
del abismo que hay de mi pecho a tu esternón
y la travesía de mis manos en tu pelo
enredándome los dedos
perdiéndome en silencio.

Y, ¿sabes? Una vez soñé,
soñé con el éxtasis de tu olor a primavera,
el clímax de una tormenta de verano
soñé con la octava maravilla de tu columna contra la pared
y contra mi a la vez. 


Y desde que soñé, no he despertado.

29 julio 2015

Literatura con un golpe de suerte

Ya hemos escrito sobre amor, sobre algún término abstracto que asociáis a la poesía, sobre musas baratas y putas de burdel, ya hemos escrito sobre distancias, clavículas, lunares y cualquier parte exótica del cuerpo de alguien, ya hemos escrito  sobre secretos y sobre historias, ya hemos escrito sobre todos los tópicos que tratan de acercarse a algún concepto ajeno a nosotros que, por algún motivo, se empeña en hacernos escupir palabras sin sentido aparente, ¿y ahora?
Ahora seguimos con nuestro afán de crear algo para demostrar que no somos la generación perdida, pero dejad de atribuiros el don de escribir, porque lo estáis masacrando (yo la primera).
Odio muchas cosas, creo que odio muchas más cosas de las que me gustan, odio las colas de los supermercados, odio cruzarme con alguien cuando llueve y que no aparte el paraguas, odio las personas mayores que se cuelan en la farmacia, odio perder las formas, y me pierden las maneras, odio que me griten sin motivo alguno, o con motivo, no me grites, odio las cosas inservibles, como el botón de rellamada o las monedas de uno y dos céntimos, y odio cuando me doy cuenta de que me hacen falta… y algo así me pasa con las personas.
Tengo ese trastorno excesivo de obsesionarme con cualquier cosa que me haga sentir bien, tengo la manía de comprobar dos veces si he apagado la luz antes de cerrar la puerta, de pasar la mano por la arruga del edredón por mínima que sea, me toco la barbilla cuando me pongo nerviosa, y nunca bajo la persiana, suelo amanecer antes que el sol, tengo una estúpida lucha interna sobre si cruzar por los pasos de peatones y mi cerebro siempre anda ideando un plan para hacer arte por amor. Tengo esa tendencia popular a querer las cosas que no he sabido tener, pero suelo recuperarlas. Y así fue como el hombre creó a Dios, en un intento absurdo de esperanza sobrenatural y lucidez espontánea que solo nos lleva a creer en algo más. Y al fin y al cabo, creer no es más que un estimulante vital asociado a la suerte, y al saber estar por la facilidad de quedarse, allí donde radican las posibilidades de que la casualidad finja un desliz y te cruces con el amor de tu vida, y lo esencial se queda en la expectación de las historias que invento con todas las personas que veo sonreír.
Lo esencial se queda en todas las letras que nadie ha escrito aún hablando de ti, la literatura suele hacerme el trabajo sucio y me encanta ensuciarme las manos tratando de crear algo nuestro, algo para ti, y al final siempre extravío cualquier intención de decir algo coherente y acabo con la exaltación de lo que a simple vista parece otra historia de amor.
 Todo va más allá de la distinción entre el bien y el mal, más allá de salvar el mundo con palabras, y otra vez es domingo y correré la misma suerte, vuelvo a casa sin ti y un momento después ya vuelvo a querer verte, y todas mis convicciones y expectativas se limitan a alargar las buenas noches, a volver a prolongar la despedida.
Porque, te das cuenta de que todo idealismo creado de una necesidad sentimental es un burdo engaño;

Porque sabes que lo bello es la victoria de enamorarte cada día de la misma persona, de sus mismas manías;  Porque al final, siempre acabo escribiéndote.