Los insomnios con
nombre propio.
Me gustan las
personas que llevan
guardadas las
piedras de sus tropiezos,
como lecciones
que aprender.
Que sean
bienvenidas aquellas que
sufrieron y
jugaron con las letras
hasta curar sus
heridas,
tapando
cicatrices,
destapando
miedos,
y tocando con la
yema de los dedos
un puñado de
almas.
Las que están
rotas,
las que tienen
cicatrices,
las que se
desangran sobre un papel
sin importarles
el qué dirán.
Porque, si no estuviésemos
llenos de grietas,
¿por donde
pasaría la luz?