A veces nos complicamos y finalmente el camino y los giros de la vida se reducen a un Si o un No.
A las decisiones que se toman, las decisiones que se toman mal, las que se aciertan, las que se posponen, las que se dejaron de tomar y las que se tragan una parte de ti.
La lógica de un Si o un No es demasiado puntual, fría, práctica… cuando caminas por ahí con esas cosas en la cabeza el mundo se ve así, puntual, frío y práctico.
Sientes que te deshumanizas un poco, pero es una buena estrategia para seguir avanzando, para seguir guardándote las espaldas, es una lógica funcional, todo es cuestión de decisiones, es Si o No, ¿vienes? ¿voy? Si o No, ¿te llamo? ¿me llamas?… y tu perfecto esquema de Si o No te parte perfectamente el alma.
Hay decisiones que se toman de manera casi inadvertida y cuando menos lo piensas acabas en lugares insospechados, rodeada de factores inverosímiles.
Pero no esta, en esta ocasión se tratarán de decisiones pensadas, programadas, de esas que se toman en una fecha específica, de esas que son TODO o NADA.
Se tratan de decisiones que te sorprenden llorando de madrugada y admitiendo que tienes demasiado miedo, son un Si... o no?
Y es que hace tiempo dejé de creer en promesas y los “para siempre” dejaron de aparecer en mi cerebro.