Aráñame, muérdeme como si fuera la manzana de tu paraíso.
Clava tus dedos en mi espalda, apoya tu cabeza sobre mi regazo para ver
la tele o cierra el libro y hazme el amor, que todavía no me duele la cabeza.
Víveme hasta el hastío de no soportarme, porque yo seré la rutina que tu
habrás elegido.
Y luego cuando veas que el francotirador del tiempo va disparar...
desgástame para dejar constancia, y vuélveme a inventar, una y otra vez...
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