A veces me siento lo suficientemente fuerte como para coger
las riendas de mi creatividad y ponerme a escribir.
Me levanto del sofá. Corro
por el pasillo antes de perder la fuerza y mientras tanto pienso en lo
magnífica que va a ser mi obra, el reconocimiento y prestigio que va a tener y,
en definitiva, lo bueno que va a ser el escrito que en breve haré.
Busco un
papel en blanco y un boli con la desesperación del drogodependiente que busca
su droga. Sufro mi particular síndrome de abstinencia. Encuentro el maldito
papel y el maldito boli. Corro de nuevo por el pasillo hasta la mesa del salón.
Esta vez con la sensación de que he tardado demasiado en cogerlo y de
que la chispa de creatividad se ha esfumado, como se resbala el agua entre las
palmas de las manos, la misma sensación del músico sordo que se dispone a
interpretar una melodía que sabe que nunca sabrá como suena.
Me siento. Me
acomodo crujiendo todos los dedos de mis manos uno a uno, como advirtiéndoles de
que de ellos dependo.
Coloco el folio ante mi y cojo el bolígrafo. Un segundo,
dos segundos, tres segundos....ninguna idea....diez segundos....nada. Decido
que necesito un cigarro. Me levanto y me dirijo a mi bolso colgado en la silla. Vuelvo
a la mesa. Me siento, enciendo el cigarro y le doy una
profunda calada. La bocanada de humo es inmensa y el hilo de humo que sale del
cigarro hipnotiza, mientras la página sigue en blanco.
En la segunda
calada al cigarro miro hacia abajo; y al ver el folio me doy cuenta de que me
estoy enfrentando a un mundo, mejor dicho, a muchos mundos, o mejor dicho a
todos los mundos posibles en mi mente... no es una hoja en blanco, soy yo misma la que está ahí indecisa como siempre. Hay infinitas palabras esperando a ser
entrelazadas para formar las trenzas que yo quiera que formen, simplemente no
se muestran porque no las cojo.
Me doy cuenta de que siempre me he dedicado a
pensar en los mejores cestos de mimbre en vez de encontrar los hilachos de
mimbre mas pequeños para ir tejiendo poco a poco.
Apago el cigarro. Cojo otra
vez el bolígrafo y escribo la primera palabra... mi página ya no está en blanco.
05 marzo 2015
03 marzo 2015
Mujer Pública
Mi libertad
termina donde inicia mi pasado.
O al menos así
debiera ser, pero me resisto, me resisto a caber en el molde que se construyó
para mi. Empecé a escribir a los 14 años pero hasta hoy siento la necesidad
imperiosa de adjudicarme el derecho de hacer públicos mis pensares, es entonces
cuando cabe la frase de “Mujer que publica, mujer pública”. Soy mucho más que
una hija, una novia, una amiga, una amante… soy mucho más, soy una mujer con la
capacidad de transmutarme en todas las voces surrealistas que deambulan en mi
cabeza.
Escribir no debe
ser algo autobiográfico, no siempre, no para todo, escribir para mi es algo de
esquizofrenia, es la manía loca de hablar por mis múltiples personalidades, de
hablar por las vidas que vivo y por las que quisiera vivir. Mi tiempo en esta
tierra será relativamente breve, pero no mis pensamientos.
Podría escribir
sólo para mi, para mi terapia, pero eso sería tan absurdo como encender una
vela y meterla en una caja oscura, no habría luz.
Y es que, ¿quién,
quién tiene el derecho de acallar mi cerebro?
De hoy en
adelante quiero ser una mujer pública, tan pública como la puta canonizada de
Sabines, es desquiciante temer al rechazo y a las críticas por culpa de unas
letras que no se pueden quedar encerradas, ¡No!, quieren bailar en el papel, y
las voy a dejar hacerlo. ¿Quién, quién soy yo para impedírselo?
01 marzo 2015
Ser Contigo
todo el
mundo sabe lo que el otro quiere oír
o lo
que está bien visto
o lo
que gusta.
Decir
palabras es sencillo,
crear
el personaje azul ideal para cualquiera,
inventar
cuentos con princesas
y
construir castillos en el aire tan solo de versos.
Pero
lo verdaderamente difícil
es
encadenar un alma,
el
estar incondicionalmente
cuando
los versos no solucionan una vida,
ni
cosen heridas,
ni
secan lágrimas,
ni
perdonan culpas.
Lo
difícil es la vida real,
la de
las ojeras,
la de
los fracasos,
la que
está fuera de los libros y los bares,
la que
no queda tan bonito en un poema.
Quédate
con quien demuestre sus versos,
con
quien lleve tatuadas sus palabras en cada acto
y no se
conforme contigo,
con
quien no encuentre mejor lugar en el mundo
que tu
almohada
y que
no necesite nada más que SER CONTIGO...
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